Un día para volar

Algunos tenemos la capacidad de volar con solo agitar un poco los brazos. No es complicado, pero hay que intentarlo. Por suerte aprendí a volar cuando era joven e iba al colegio cursando 4º de E.G.B. 

Por aquella época iba saltando de azotea en azotea agitando los brazos y planeando simplemente combando las palmas y girándolas para subir y bajar. Me deleitaba con el roce de la brisa del aire, que me iba despeinando con la suavidad de un algodón. Era mágico poder observar cómo se iban moviendo las pequeñas personitas y los diminutos coches, como si de hormiguitas se trataran. 

Alguna vez vi a alguien volar a lo lejos, pero nunca decidí ir a buscarle. A lo mejor me daba vergüenza que viera mi torpe vuelo mientras estaba practicando o a lo mejor era por que usaba un truco para evitar caerme si mis débiles bracitos se cansaban de aletear. El truco consistía en una vieja bolsa de plástico  que tomaba prestada de mi madre y que colocada a modo de mochila, me daba la seguridad necesaria para volar. 

Con el tiempo fui cogiendo soltura y ya no necesitaba la bolsa salvavidas de mi madre. Mi planeo era más seguro y veloz. Entrelazaba mis dedos entre las hojas de los árboles al pasar entre ellos mientras hacía tirabuzones. Fue precioso.

Ahora hace mucho que no vuelo, pero sé que puedo volar y que puedo retomarlo algún día, como siempre lo he hecho; por la noche, arropado en la cama, con los ojos cerrados... en mis sueños.

Alan Parsons - One day to fly

... y Terpsícore tímidamente ha empezado a agitar los brazos. Eso es buena señal. Pronto despegará y comenzará a tomar altura. Es solo cuestión de práctica. Aunque es posible que siempre haya sabido volar y sin que lo sepa o sin que fuera consciente de ello, ha volado a escondidas.

Quizás era ella aquella persona que veía volar a lo lejos y que nunca fui a buscar. La próxima vez que decida sacar mis alas, iré a buscarla.

Será un día para volar.