Maurice Ravel no tenía ni idea que su fabulosa pieza Pavane pour une infante défunte fuera a ser majestuosamente adaptada al mundo electrónico de la mano de otro genio: William Orbit.
Sus dos primeros minutos son una obra maestra. Su sencillez llega a emocionar. Te toca el corazón y lo hace saltando desde el positivismo a la melancolía. Después de esos primeros minutos parece que la canción divaga y escapa de ese momento especial, pero sobre el cuarto minuto se recupera aquella magia y con todo su explendor.
Hay una versión en youtube con un ritmo bastante chillout que no está nada mal, aunque creo que pierde la esencia.
Dejo aquí la pieza original de Ravel para que la podáis comparar.
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